martes, 13 de enero de 2009

Lima y la presencia afro, a propósito de un graffiti


En la 3ra. cuadra de la Calle Lucanas en Barrios Altos se encuentra este graffiti con personajes afros. Bien merece una foto para compartir con nuestros amigos interesados. La presencia de estos personajes embellece el ornato de la ciudad de Lima y ofrece una imagen heterogénea y diversa de las culturas y étnias que conforman la capital hoy día.

domingo, 11 de enero de 2009

Juan Urcariegui, el decimista







JUAN URCARIEGUI GARCÍA
(Lima, 1928-2003)

Ha sido ebanista. Es considerado uno de los grandes decimistas del siglo XX junto con Nicomedes Santa Cruz. Publicó La Inquisición de Lima. Décimas (1993), Si te quieres no te drogues (2002), Alianza siempre Alianza (2002), Décimas de buena madera: Breve historia de España (2002).


¿Qué es un negro?

¿Qué es un negro?, preguntó
a su madre un niño blanco
cerca de las puertas de un banco
cuando justo entraba yo.
La señora me miró
pero yo pude apreciar
que para disimular
jaló del brazo al pequeño
y por complacer su empeño
yo le voy a contestar.

¿Quieres saber qué es un negro?
Un negro es un ser humano
que tiene padres, hermanos,
hijos, esposa y suegros.
Muy sencillo, ¿no? Me alegro.
Me alegro porque es mi raza
y si tuvo la desgracia
de haber sido esclavizado
caro tributo ha pagado
a la ambición y a la audacia.

Fue un instrumento
del sadismo de los blancos
y en las tareas del campo
se le trató cual jumento.
Siempre se le tuvo hambriento
hacinado en el galpón
y en la más leve ocasión
el látigo fue su pan.
Muy pocos olvidarán
esta cruel aberración.

Sin asomo de rencor
por lo mal que nos trataron
le diré que nos quemaron
gozando de nuestro dolor.
Y eso no fue lo peor.
Lo juro ante un crucifijo,
quemaron a nuestros hijos
niños así como tú
gozando de la esclavitud
con infernal regocijo.

Hoy, aunque tú no lo creas,
no somos libres del todo,
pero pensando a mi modo
no hay humano que lo sea.
Pero ya cuando me vea
delante de un gamonal
hablaré de igual a igual
gritando lo que me plazca
y habrá que guardar la huasca...
o la pasará muy mal.


Soy negro ciento por ciento

Soy negro ciento por ciento
pero no negro servil
si estoy atento y gentil
es porque en verdad lo siento.
No soporto el aspaviento
ni tampoco imposición
y cuando doy mi opinión
lo hago a mi libre albedrío
pues digo caliente o frío
por mi propia convicción.

No le temo a la verdad
porque soy aliado de ella
porque la estimo tan bella
cual mi propia libertad.
Con esta seguridad
no rehuyo ni me escondo
y si debo calar hondo
para explicar un asunto
voy directamente al punto
y con altura respondo.

Doy a Dios lo que es de Dios
al César lo que es de César
mas no inclino la cabeza
ni ante el Atila feroz.
Que nadie me alce la voz
porque si me gritan, grito
y si hay algún exquisito
que por allí lanza un ajo
veintisiete mil carajos
en su cara le repito.

Trato bien a quien bien me trata
pero me amoldo a su juego;
si me alza la mano, pego
maltrato si me maltrata
desconfío de la rata
que me ofrece falsa estima,
pero en el llano y la cima
se valora a los hombres.
Recuerden pues bien mi nombre
soy Urcariegui, de Lima.

Fernando Ojeda, el decimista




FERNANDO OJEDA MENDOZA
(Lima, 1926)


Es autor del libro de decimas Un barrioaltino


Todos somos iguales

Sé que negro es mi color
el ostentarlo me alegra
raza que este mundo integra
viviendo con mucho honor.
Soy brazo trabajador
en el campo, en la ciudad
buscando fraternidad
voy extendiendo mi mano,
como amigo, como hermano
con mucha sinceridad

A diario damos aporte
en toda clase de eventos
con plenos conocimientos
en Medicina, en Deporte.
Somos también el soporte
del consenso musical
por el sabor especial
muy propio de nuestra raza,
s ritmo que nos enlaza
es nuestra herencia ancestral.

Este ancestro tan sentido
son los esclavos abuelos
hoy día están en los cielos
juntos a un negro elegido.
Martín de Porras querido
que en épocas coloniales
sin racismo curó males
mostrando con su humildad
a toda la humanidad
que todos somos iguales

Soy prudente y caballero
con toda dama, cortés
cual sea el color de tez
yo me muestro lisonjero.
Me indigno y me pongo fiero
con la discriminación
se rebela el corazón
si al hermano se margina
por conveniencia cretina
de negar integración

Moraleja:
Sé que negro es mi color
con mi contacto no mancho
triunfo y pesco en el amor
porque tengo muy buen gancho.


Soy zambo de callejón


Soy zambo del callejón
Callejón de un solo caño
Jaraneo todo el año
Con guitarra y con cajón

En un humilde solar
de Barrios Altos querido
fue el lugar donde he nacido
allí aprendí a caminar.
El tiempo he visto pasar
rápido como un ciclón
dejándome en conclusión
que mi moreno linaje,
es feliz en su paraje
soy zambo de callejón.

Terminada mi Primaria
un oficio procuré
a la imprenta me entregué
no pude hacer Secundaria.
En esta mi vida diaria
no soy un vecino huraño
todos somos de un rebaño
y muy felices vivimos,
veinte cuartos compartimos
callejón de un solo caño.

Con mi familia querida
vivo feliz en mi hogar
trabajo para lograr
que no les falte comida.
Así transcurre mi vida
con mis recuerdos de antaño
a mi mente yo la baño
y voy matando mis penas,
en las malas y en las buenas
jaraneo todo el año.

En Barrios Altos y el Rímac
en Breña y en el Callao
hasta ahora no he encontrao
quien me baje de la cima.
en cualquier parte de Lima
cuando se arma el jaranón
mi voz prende la emoción
con vals, polca o marinera,
hasta que la gente quiera
con guitarra y con cajón

Soy zambo de callejón
buen cantor y guitarrista
con la chispa siempre lista
es mi criollo blasón.
Derecho en toda ocasión
en lasa broncas no me achico
si bromean no me pico
con las mujeres, galante,
las trato con fino guante
y mi canto les dedico.

Abelardo Alzamora. Al pie del cerro puntudo. Relatos yapateranos (Comentario)


Por M. C.

Para entender la importancia actual de la literatura afroperuana, es necesario observar la construcción de la identidad (cultural) del sujeto afroperuano con mucho detenimiento, a partir de las diversas imágenes que nos proporcionan los textos literarios. No hay duda que es prioritario analizar cómo el sujeto afroperuano, descrito sobre todo en las novelas y los cuentos, se ve a sí mismo y cómo ve al otro, es decir a los otros personajes que conforman o no su misma etnia. Es efectivamente en las relaciones de identidad y alteridad que se puede apreciar los mecanismos y las estrategias de poder (que explican su rechazo, exclusión e invisibilización), así como los recursos de la resistencia (como respuesta a la discriminación y la marginalidad). Tampoco se puede dejar de lado el conflicto interracial entre el sujeto afroperuano y el sujeto no afroperuano, que suele presentarse en su representación y en ocasiones apelando a imágenes estereotipadas.
Ahora bien, la crítica local todavía excluyente y paternalista empieza a considerar algunos autores afroperuanos en el canon, como es el caso de Nicomedes Santa Cruz (quien es calificado de manera limitante como “poeta popular” cuando además de la décimas posee significativos poemas como los que aparecen en Cumananas (1964) que le universalizan). Otros consagrados son autores como Antonio Gálvez Ronceros (recordado por Monólogo desde las tinieblas (1975)) y Gregorio Martínez (con una extensa obra que se inicia con Tierra de caléndula (1975), continúa con las novelas Canto de sirena (1977) y Crónica de músicos y diablos (1991), entre otros títulos). Sin embargo, falta agregar p. e. a Victoria Santa Cruz (autora del poema más representativo de la reafirmación de la identidad afroperuana, “Me llaman negra”), Delia Zamudio (por su testimonio Piel de mujer (1995)) y Lucía Charún-Illescas (por su novela histórica Malambo (2001)), para mencionar algunas ausencias de la historiografía literaria oficial. Y eso que no se ha mencionado a los poetas afroperuanos como Leoncio Bueno (Trujillo), José Delgado Bravo (Chiclayo), Fernando Ojeda (Lima), Juan Urcariegui (Lima), Hildebrando Briones (Zaña), Máximo Torres Justo (Callao) y, más recientemente, Mónica Carrillo (Lima), quienes injustamente, unos más que otros, son desconocidos para la crítica.
Por otro lado, aquel que se interese en este corpus, como suele ocurrir con académicos y/o investigadores extranjeros y unos pocos nacionales, debiera por lo menos intentar responder tres preguntas iniciales, como son: a) ¿cómo se va construyendo la identidad del sujeto afroperuano por medio de la literatura, en especial la narrativa?, b) ¿qué tipo de relaciones y conflictos se establecen entre los personajes representados, entre el sujeto afroperuano y el sujeto no afroperuano?, y c) ¿cómo es el tratamiento de la imagen y la representación del sujeto afroperuano en la literatura?
De lo dicho con anterioridad, se puede afirmar que la llamada literatura afroperuana permite, primero, observar cómo el escritor integrante de la etnia negra enfrenta concientemente la invisibilización, en un intento por construir una imagen desde adentro, desde la perspectiva del propio sujeto afroperuano. Segundo, la literatura afroperuana está emergiendo en los últimos años, representando al sujeto afroperuano de una manera distinta e innovadora, expresando el sentir de una colectividad y valorando el aporte de una cultura de herencia africana. Por último, lo afroperuano es importante en la representación del imaginario nacional, en el proceso histórico-social de nuestro país y, fundamentalmente, en la formación de la identidad nacional.
Así la publicación reciente de Al pie del cerro Puntudo de Abel, seudónimo de Antio Abelardo Alzámora Arévalo, con el auspicio del Centro de Estudios Étnicos (Cedet), resulta un libro que enriquece el antes citado corpus de la literatura afroperuana. Pero, ¿cómo así lo logra? Se trata de una colección de cuentos cortos en la que se construye la representación del pueblo norteño de Yapatera, de modo que aparecen descritos personajes muy diversos, tales como campesinos, habitantes, hombres y mujeres, en su mayoría afroperuanos. Con un realismo bastante verosímil y desprovisto de técnicas complejas, el autor ha sabido captar la circunstancia cotidiana, la anécdota localista y la historia popular, como ocurre en los cuentos “Que lo patee Chevo” o “El general y su juramento”, entre otros.
Asimismo, el relato fluye y envuelve al lector dejando entrever una cosmovisión rural, la del poblador afroperuano de Yapatera. Curiosamente esa manera de entender el mundo, a veces irónica y vivaz, encierra una riqueza muy original, conformada por costumbres (como la tradición poética y musical de la cumanana) y creencias (como en San Sebastián, el santo patrón, más conocido como “Chabaquito”) muy propias de la zona. No estamos frente a un regionalismo arcaizante y gratuito, por el contrario estos elementos locales son los que vale la pena destacar y valorar aún más. Esto es notorio en relatos como “Casulla”, “La hora de la muerte”, “El diablo soy yo”, “¿Es cierto o no es cierto?” y “Juicio peliagudo”. Este último es muy aleccionador para entender la práctica de la cumanana, ya que se ha sabido representar con habilidad el contrapunto, casual y muchas veces atrevido, como se manifiesta en esta cuarteta: “Del gallo quisiera su canto / y del burro su herramienta / para tenerte negrita / toda la noche contenta”.
Estos cuentos presentan en su mayoría un narrador observador que relata la historia con cierta objetividad, pero en otras asume la primera persona gramatical. Es entonces que el narrador se involucra con lo narrado y surgen los recuerdos, las anécdotas e incluso la reflexión del hombre del campo que exhibe cierta sabiduría popular. Es justamente en estos cuentos que se registra además el habla popular, lo cual es posible hasta cierto punto ya que Alzámora Arévalo trabaja el lenguaje, por lo menos en el plano morfosintáctico (que busca quebrar la sintaxis formal), en el plano lexical (topónimos, regionalismos, afronegrismos) y el sonoro (muletillas, onomatopeyas, deformaciones fonéticas y demás, que procuran producir un efecto de oralidad), etc. Esto se aprecia sobre manera en el relato “Yo no he dicho nada”; pero, también, en “Los mates del tío Sabino”, “La chismosa” y “El tío Eloy y los pájaros”.
Son justamente estos elementos (cosmovisión, habla popular, tradiciones culturales) en los que radica la riqueza del poblador de Yapatera, que el autor de Al pie del cerro Puntudo ha intentado representar en sus cuentos. En ellos aunque el sujeto afroperuano aparezca empobrecido o discriminado, se rehúsa al silencio más opresor, hace respetar sus derechos y prefiere la justicia. En definitiva, se resiste a la marginación de los grupos de poder y a la invisibilización que la sociedad pretende someterlo.
Que sirva lo explicado antes para que este libro de cuentos de Alzámora Arévalo sea recibido con la apertura que merece, pues es el lector -mejor que estos apuntes- quien juzgará su valor y mantendrá viva nuestra literatura afroperuana. Después de todo, leer literatura, en especial narrativa, es vivir un mundo ficcional pero al fin posible.