Al
conmemorarse los 120 años del natalicio de Carlos Porfirio Vásquez Aparicio (Aucallama,
4 de noviembre de 1902 - Lima, 26 de setiembre de 1971), es propicio rendirle
homenaje. Conocido como el “Patriarca de la Música negra” o el “Amigazo”, él
fue bailarín, cantante, cajoneador, decimista y guitarrista. Por lo que es
necesario, desde mi punto de vista, analizar su obra, compuesta por marineras,
festejos, décimas y otros géneros musicales. Mi interés es intentar una
aproximación al conjunto de sus décimas.
En principio, una décima es una composición poética que se remite a sus inicios, en el Siglo de Oro Español. Vicente Espinel (1550 – 1624) fue su inventor. La décima está conformada por diez versos octosílabos, cuya rima es abbaaccddc. Tiene dos grandes temáticas: a lo divino y a lo humano. Se trata de una forma poética que bien puede ser cantada o recitada. Llega al Perú con la Conquista y, rápidamente, se adapta, con gran difusión hasta el día de hoy.
La décima peruana tiene varios cultores, pero es justo decir que, entre sus mayores representantes, se encuentran poetas y recitadores de las comunidades afroperuanas. Vale la pena mencionar, por ejemplo, a Álvaro Morales Charún, Enrique López Soto, Juan Urcariegui, Fernando Ojeda Mendoza, Hildebrando Briones, Antonio Silva García, Raúl Barbagelata, entre otros.
Ahora bien, la décima desarrollada tiene larga data, particularmente, en Chancay, al norte del departamento de Lima. Su tradición se remite a algunos nombres emblemáticos como Eusebio Boza, Marcelino Vásquez, José Dolores Casas, Carlos Vásquez y Porfirio Vásquez. En esta zona, el espacio del repentismo eran el Tambo y la “casa de jarana”, especialmente, en Aucallama y la exhacienda Boza. Cuando algunos de los mencionados, debido a la búsqueda de nuevos empleos, se trasladaron a la capital de Lima, solían reunirse en nuevos espacios como el Rímac (sobre todo, en el barrio de Malambo), La Victoria, Breña y Barrios Altos.
Cabe añadir que la décima en el distrito de Aucallama, localidad que está ubicada en la provincia de Huaral y de la cual proceden los hermanos Vásquez Aparicio, era muy connotada en la primera mitad del siglo XX. Desde entonces a la actualidad, la tradición continúa de generación en generación. Erasmo Muñoz cuando ofrece su testimonio, alrededor de los 60 años, narra pasajes de su vida combinados con varias décimas, las cuales reflexionan acerca de la pobreza, la vida rural y la muerte. En el libro, Erasmo, yanacón del valle de Chancay (1974), se aprecia su repertorio, no tanto personal, sino, más bien, familiar. Asimismo, hay una permanente crítica al sistema de explotación del trabajo en la zona. En una oportunidad que entrevisté a uno de sus hijos, Chebo, en Caqui, este se mostraba orgulloso porque su nieta también era aficionada a la décima y solía recitar en la escuela.
Al paso de los años, el profesor Víctor Hugo Arana
Romero, en su libro Aucallama: Huellas de color (2009), quien realizó
trabajo de campo en dicha localidad, logra demostrar que la décima sigue
vigente y más saludable que nunca, con los aportes de Juana Dávila, quien suele
recitar coplas y décimas en el presente. Se trata de una voz femenina que
hereda, de un padre cajamarquino y una madre afrodescendiente, una tradición
sincrética afroandina.
Por otro lado, parte del repertorio
de Porfirio Vásquez aparece publicado en el libro La décima en el Perú (1982), de Nicomedes Santa Cruz. Maestro y
discípulo entablaron una entrañable amistad y admiración mutua desde la década
del 40, gracias a que Santa Cruz conoció primero a Abelardo Vásquez, en
partidos de fútbol, además que vivían en el mismo barrio de Breña. Con el
tiempo, Don Porfirio le confió su cuaderno de décimas a Santa Cruz, quien las
incluye en su estudio.
En el mencionado libro, aparecen 15
décimas, de Porfirio Vásquez, cuya temática desarrolla versos a lo religioso, de
saber y porfía, sátira y humor, así como picaresca. Estas fueron producidas
entre los años de 1949 a 1956. También se consignan 9 décimas elaboradas por
Hijinio Quintana (Pisco, 1881 -1944), Marcelino Vásquez (Chancay), Eleuterio Boza
(Aucallama-Chancay) y Carlos Vásquez (Aucallama-Chancay, 1891-1954). Estas
últimas décimas aunque no son de su autoría, habían sido memorizadas por
Porfirio Vásquez.
En su repertorio, llaman la
atención, especialmente, dos décimas. En primer lugar, “Mi abuela parió a mi
madre (III)”, en la que se observa una voz poética en primera persona,
masculina y juvenil, que se aprecia como amante y conquistador de una muchacha,
a la cual, al parecer, ha embarazado. Interesa destacar que una voz femenina
enamorada cierra el poema de la siguiente manera: “Si me quieres, / con un amor
sin segundo, / quiero tener en el mundo / vástagos pero de ti; / así podré yo
decir / tranquila y con orgullo: / ¡un negro como los tuyos / yo también quiero
parir!...” De modo que se destaca la negritud del amante como un valor
positivo, con lo cual se da paso a la siguiente generación.
En segundo lugar, “Quien dice que no
se goza” es una décima que se remite al pasado del yo poético, descrito como un
amante libertino que solía tocar guitarra, quien relata una relación
extramatrimonial en la que la mujer casada era bella y bailaba marinera, se
dice que “la zamba es una bala”. Al enterarse el
esposo, intenta vengarse sin lograrlo. Con lo que se justifica la glosa
inicial, que dice: “Quien dice que no se goza / con gusto lo que es ajeno; /
sabiendo sobrellevarse / se goza mejor que el dueño”. Estos versos son de
origen popular, colectivo y de carácter folclórico. Vale la pena comentar que,
además, son itinerantes. No ha de ser extraño que se los encuentre en otro
espacio y periodo de tiempo. Particularmente, son muy conocidos, también, en
Cañete y sus alrededores.
Sólo queda decir que la obra, en
especial canciones y décimas, de Porfirio Vásquez, merece un estudio mayor.
Como ya mencioné, con anterioridad, estas son mis primeras impresiones de la
lectura de sus memorables décimas, una primera entrega.