lunes, 9 de noviembre de 2009

El sujeto afroperuano en Las consecuencias de Mercedes Cabello

En foto: Mercedes Cabello de Carbonera


Representar al afroperuano en la novela del s. XIX.
Una aproximación a Las consecuencias de Mercedes Cabello



A Esther Castañeda Vielakamen, profesora y amiga


Al cumplirse 100 de la muerte de Mercedes Cabello (Moquegua, 1842 - Lima, 1909), consideramos necesario estudiar su obra apelando a propuestas críticas más afortunadas y objetivas que aquellas recibidas en su contexto. Se trata de una de las principales escritoras de finales del s. XIX, cuya concepción de la novela está estrechamente ligada a la moral, tal como sostiene en sus ensayos y artículos. El presente texto tiene por objetivo realizar una breve aproximación crítica a Las consecuencias, novela de Cabello en la que se aprecia una representación temprana y estereotipada del sujeto afroperuano.

1. El contexto histórico-social.
La narrativa peruana escrita por mujeres en el siglo XIX surge en un contexto que bien puede enmarcarse en dos momentos: antes y después de la Guerra del Pacífico (1879-1884)[1]. En el primero se observa la llegada del civilismo al poder con Manuel Pardo (1872-1876) y el fracaso del proyecto liberal. En el ámbito literario, ocurre una singular apertura que permite que las representantes del “bello sexo” se han invitadas a conferenciar en el Club Literario de Lima o publiquen sus trabajos en los diarios como El Correo del Perú, entre otros. También son muy conocidas las veladas literarias en casa de Juana Manuela Gorriti, argentina llegada al Perú en 1848. Son espacios reducidos como estos que permiten el ingreso de las escritoras ilustradas al mundo de las letras. A partir de entonces nombres como Mercedes Eléspuru y Laso, Rosa Mercedes Riglos, Carolina Freyre de Jaimes, Teresa González de Fanning, Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera y otros más, no pasaran desapercibidos.

Lo más significativo ocurre después en un ambiente de postguerra y de reconstrucción nacional. El segundo momento coincide con el impacto de la corriente positivista, las puntuales críticas de Manuel González Prada, el realismo como propuesta literaria; pero, sobre todo, con la publicación de las novelas de todas estas escritoras. Cabe recordar Regina (1886) de Teresa González de Fanning, Jorge o el hijo del pueblo (1892) de María Nieves Bustamante, Un drama singular (1888) de Lastenia Larriva de Llona, Aves sin nido (1889) de Clorinda Matto de Turner, etc.

Es notorio observar que estas escritoras poseen una formación romántica en un primer momento, para luego orientarse al realismo como nueva opción literaria y, más tarde, al positivismo como corriente filosófica muy prestigiosa en la época. Lamentablemente la desidia que mostraron ciertos críticos y la falta de reediciones mantuvo esta narrativa casi en el olvido. De ahí nuestro interés para volver a una de las autoras más significativas de este periodo como es Mercedes Cabello.

2. Apuntes biográficos
Cabello nace en Moquegua en 1842 y llega a la capital a los veinte años de edad. Se casa con el doctor Urbano Carbonera. Era una mujer culta y de agudo criterio. No tuvo exactamente lo que se dice una formación académica. Lo que aprendió lo hizo de manera autodidacta leyendo en la biblioteca de la casa familiar. En el ámbito limeño se dio a conocer gracias a las tertulias literarias que organizaba la Sra. Gorriti tocando piano y leyendo sus propios ensayos de corte feminista y a favor de la educación laica. Estos eran publicados más tarde en los periódicos y semanarios. Vale la pena mencionar por ejemplo: “Influencia de la mujer en la civilización” (1874) y “Patriotismo de la mujer” (1876), que aparecen en El Correo del Perú y en la revista El Album. También son numerosos sus artículos en El Ateneo de Lima, El Perú Ilustrado, La Revista Social, El Comercio, El Nacional y tantos otros.

Al finalizar la guerra publica una a una sus controversiales novelas, para algunos críticos densas y panfletarias. Entre éstas cabe mencionar Sacrificio y recompensa (1887) que fuera premiada en el Concurso Internacional de El Ateneo de Lima, Los amores de Hortensia (1887), Eleodora (1887), Blanca Sol (1888), Las consecuencias (1890), El conspirador (1892). Pero no es lo único, destacan además el estudio filosófico La novela moderna[2] (1892) premiada con la Rosa de oro del Certamen Hispanoamericano de la Academia Literaria de Buenos Aires, el estudio crítico El Conde León Tolstoi (¿1890?) y el ensayo epistolar La religión de la Humanidad, carta al Sr. D. Juan Enrique Lagarrigue (1891). Y para acallar a sus detractores merecedora de otros premios más. Gana la Medalla de Oro por la Municipalidad de Lima por su ensayo “Influencia de las bellas artes en el progreso moral y material de los pueblos” y el Primer Premio del Certamen Literario con su trabajo “Independencia de Cuba”.

Pero luego llegan las agrias críticas que casi coinciden con su ocaso. Cabello sufre depresiones continuas e inicia sus incomprensibles ataques contra diversas personas e instituciones. Es internada en el Manicomio del Cercado en 1900. Más tarde se sabrá que se contagió de sífilis y que su estado correspondía a la última etapa de esta penosa enfermedad, como lo asevera el Dr. Patricio Ricketts luego de estudiar su hoja clínica. Silenciada su obra y perturbada mentalmente su autora, fallece el 12 de octubre de 1909.[3]

3. Hacia una poética de la moral en la novela.
Sin duda Cabello era una persistente lectora pues sus gustos literarios abarcaban desde Víctor Hugo, Balzac, Flaubert, Zolá hasta Tolstoi. Además se sabe que leía filosofía, tratados de Comte y Spencer sobre todo. Es decir, conocía de cerca el romanticismo, el naturalismo y el positivismo, que son justamente los que orientan su novelística.

Su extensa obra puede dividirse en dos etapas[4]. En la primera se dejan notar algunos rezagos del romanticismo. A esta etapa corresponden las novelas publicadas entre 1886 y 1887. El argumento es preferentemente amoroso y el formato en folletín, como suceden con Sacrificio y recompensa y Los amores de Hortensia. En cambio la segunda etapa está marcada por el realismo cuya base se sustenta en ideas positivistas. Corresponden entonces a este ciclo Blanca Sol[5] y El conspirador, por cierto sus novelas de mayor proximidad con la realidad y que causaron una serie de ataques contra su autora.


Lo más llamativo de su producción es que Cabello logra una reflexión muy personalísima con respecto al género novelístico y a la función de la literatura en la sociedad. En “Importancia de la literatura” (1876) adelanta que ésta es “el mejor bruñidor de las malas costumbres y de los hábitos viciosos de una sociedad”[6].

Además en “Un prólogo que se ha hecho necesario” de Blanca Sol completa diciendo que: “el novelista se ocupará en manifestar, que solo la educación y el medio ambiente en que vive y se desarrolla el ser moral, deciden de la mentalidad que forma el fondo de todas las acciones humanas” (p. V). Poner énfasis en el hombre y su medio social estaba acorde con el determinismo de los estudios sociológicos de la época. La influencia de Augusto Comte es notoria en la escritora.[7]

También Cabello consideraba que la moral social estaba basada en lo verdadero, lo bueno y lo bello; de modo que la novela “no solo debe limitarse á la copia de la vida sino además á la idealización del bien” (p. VI). Todo lo que no contribuya a ello debe ponerse en evidencia por medio de “las letras” y es lo que, en realidad, procura lograr su novelística, en cada novela critica las costumbres de su tiempo[8]. De ahí que no se hicieran esperar las protestas y los insultos de los sectores más conservadores.

4. Representar al afroperuano en Las consecuencias
Es curioso observar que las escritoras ilustradas a finales del s. XIX develan además en sus obras un cierto temor a las masas de color, en la representación de personajes secundarios (indios, negros y mulatos) que rodean a los principales, son estos los que amenazan la vida civilizada de los modernos criollos[9]. Tras la guerra del Pacífico, la élite civilista comercial y terrateniente había perdido el poder económico y en su intento de mantenerse en el liderazgo nacional más bien mostraban un cierto pesimismo.

Esto es claro por ejemplo en novelas de Mercedes Cabello, como es el caso de Las consecuencias (1889)[10]. Estamos ante una historia moralizante y romántica. Eleodora se enamora de Enrique, un empedernido jugador que lo perderá todo, degradando incluso a la joven. El amor de Eleodora la lleva a escribir cartas a su amado, éste las recibe por medio de su sirviente Juan. Es muy sintomático el contraste que se señala sobre Juan, un exterior físico negro y un interior espiritual comparable al blanco. Lo inquietante en la novela es esta relación de proximidad entre la heroína Eleodora y el sirviente Juan. La amistad y el cariño de la joven hacia Juan no son correspondidos de la igual forma, ya que éste al parecer esta enamorado de ella y este es un sentimiento que debe ser reprimido a como de lugar:

“Es cierto en el corazón de Juan, existía ese respeto que raya en veneración, el que en las razas inferiores, parece haberse arraigado, como si estuviese adherido á cada uno de los glóbulos de la sangre del individuo, y ese respeto era la salvaguardia de la joven. // Juan comprendía y valorizaba que Eleodora pertenecía á una raza superior. Su naturaleza oprimida y amoldada por el servilismo heredado de sus padres que más desgraciados que él, fueron esclavos, no le permitió ni un momento atreverse á tocar con su mano, la orla del vestido de Eleodora” (pp. 73-74)

Como se aprecia, para la autora es inconcebible la idea de relacionar a estos dos personajes con una pasión más exacerbada, la sola insinuación basta para escandalizar a sus lectores. De ahí que plantee a continuación las diferencias raciales y culturales para establecer una distancia de por medio entre los sujetos, con lo que se establece algunos binarismos importantes: inferior/superior, sirviente/ama.

Por esta razón a Juan se le atribuye una sexualidad que es parte del estereotipo del negro, pero que por su bien debe contrarrestar; en cambio, en Eleodora no hay el menor indicio de atracción hacia el sirviente negro, es algo impensable en la heroína que debe guardar las formas y su pureza (racial).

(... Continuará)

***

[1] Ver Tauzin-Castellanos, Isabelle. “La narrativa femenina en el Perú antes de la Guerra del Pacífico”. En: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. N° 42, 1995, pp. 161-187; también Denegri, Francesca. El abanico y la cigarrera. La primera generación de mujeres ilustradas en el Perú. Lima, Flora Tristán – IEP, 1996.

[2] Este bien puede ser considerado un metatexto, es decir un texto que aborda la reflexión sobre el carácter literario de otros textos. En este caso, Cabello discute la concepción de la novela de algunos escritores decimonónicos en relación con las corrientes literarias de su época.

[3] Para mayor referencia sobre su biografía puede consultarse el libro de Augusto Tamayo Vargas. Perú en trance de novela; ensayo crítico-biográfico sobre Mercedes Cabello de Carbonera. Lima, Ediciones Baluarte, 1940.

[4] Véase Castro Arenas, Mario. La novela peruana y la evolución social. Lima, José Godard Ed., 1966, p. 91.

[5] Es esclarecedor el artículo de Esther Castañeda. “A propósito de Blanca Sol. Una novela femenina del s. XIX, de Mercedes Cabello de Carbonera”. En: Moneda. Año 1, N° 9, 1989, pp. 59-61.

[6] Batticuore, Graciela. El taller de la escritora. Veladas literarias de Juana Manuela Gorriti: Lima-Buenos Aires (1876/7-1892). Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1999, p. 144.

[7] Para mayor información revisar Cornejo Quesada, Carlos. “Mercedes Cabello: ideología, literatura y realidad”. En: Cultura. N° 9, 1995, pp. 89-104.

[8] Ver Guerra Cunningham, Lucía. “Mercedes Cabello de Carbonera: estética de la moral y los desvíos no-disyuntivos de la virtud”. En: RCLL. N° 26, 1987, pp. 25-41.

[9] Denegri, Francesca. El abanico y la cigarrera. La primera generación de mujeres ilustradas en el Perú. Lima, Flora Tristán-IEP, 1996, pp. 138-139.

[10] Cabello, Mercedes. Las consecuencias. Lima, Imp. de Torres Aguirre, 1889.

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