viernes, 10 de abril de 2009

LEONCIO BUENO. POEMAS PARA RECORDAR



Como cuenta el propio Leoncio Bueno fue hijo de “una morena enrazada” y “un cholo blancón” de Cajamarca. Nació en la hacienda La Constancia en Trujillo, La Libertad, en 1921. Ejerció el periodismo. Fue co-fundador del Grupo Intelectual Primero de Mayo en 1956. Obtuvo Mención honrosa en el Premio Nacional de Poesía en 1971 y en el Premio Casa de las Américas en 1975. Es considerado un poeta autodidacta de la Generación del 50. Ha escrito Al pie del yunque (1966), Pastor de truenos (1968), Invasión poderosa (1970), Rebuzno propio (La dicha de los dinamiteros) (1976), La guerra de los runas (1980), Los últimos días de la ira (1990). El investigador francés Roland Forgues ha publicado acerca de él Cantar del golondrino. Testimonio de vida (2007). En esta entrega hemos considerado recordar dos poemas, como homenaje a Leoncio Bueno, un destacado poeta afrodescendiente que persiste “en la fragua, marginal, contestatario”.


LA CAPTURA DEL RAYO

La primera vez que transpuse los linderos
lo hice con mi abuelo
Que era un negro frondoso bello como un jacarandá
Era además el Jefe de la tribu “los burros con sueño”
Y acampábamos en los valles del ardiente sol
Y nos distinguíamos por nuestros huertos
Donde sembrábamos el palito dulce.
Nunca antes había penetrado en las espesuras
del monte
Mi abuelo era un gran brujo
Hablaba muchas lenguas todas las jerigonzas
Conocía el secreto de la selva a quien había hecho
“su mujer”
A su lado empecé a develar los misterios
Mientras hacía el fuego me decía:

Tienes que ser un cazador
Si de no
Te cargará el otorongo
Te morderán las víboras
Te mearán los zorros
Las bestias te pisarán
Se cagarán en ti los pájaros
Te echarán a pedradas de los huertos
Ninguna muchacha acariciará tu miembro
No crecerás nunca
Ni detendrás al puma en medio salto.
Toma el hacha el arco
Derriba el monte y a las bestias del monte
Mas nunca jamás derribes al hombre
Ni uses un garrote para maltratar a los animales
domésticos.

Toda una luna acampamos en el monte
Comíamos mojarras y pajaritos asados
Bebíamos agua de las pencas maduras
Y en las noches mascábamos las dulces hojas
de la conversación
Mientras el gran Jefe me contaba historias
Viejas historias de la tribu “los burros con sueño”.
Un día decidí explorar el enigma
Penetré en otros montes
Habitados por bichos despreciables y pérfidos
Torvamente entrenados en el oficio de
derribar al hombre.
Era mi anhelo cumplir un buen trabajo.
El gran tesón, el tiempo y una larga paciencia
Fueron mis únicos aliados
Entonces se acercaba la era de la constelación
de Acuario
Y fue cuando completé mi triple hazaña
Una caza mayor increíble que si mi abuelo viviera
Se quedaría blanco y rubio de estupor:
Derribé el rayo
Le tendí una celada
Lo até de pies y manos, lo encerré en un
rectángulo negro
Sellado con dos cuernos de plomo.
Soy el dueño del rayo
He logrado aislarlo cultivarlo
Sin derribar al hombre
Tengo el rayo a mi merced cogido por el rabo
¡Ya no más habitará el miedo en el corazón del hombre!

(De Invasión poderosa)



YO SOY UN NEGRO, ¡MÁTENME!

Mis parientes lejanos fueron cazados con horquetas
y traídos a rastra desde África.
Cualquier bicho con concha y un poquito de labia
se siente aquí un conde,
y si es medio blancón con tipo europeo, tanto mejor,
se lanza a la rapiña cual blanco aventurero o indio emperador.

Los españoles nos trajeron pantorrilla, se creyeron
con mucha pepa, nuevos incas, unos incas fulleros
mercaderes de baratijas occidentales y cristianas.

El Perú es un país con tradición autocrática;
la Conquista y la Colonia le agregaron feudalismo,
Inquisición y otros ismos;
la República, ciento y pico años de pillaje militar.

Achoramiento y pendejadas crecen con los nuevos partidillos,
como crecen la sombra cuando el sol declina,
máxime ahora que nuestros stalino-maoístas antediluvianos
se empeñan en cocinarnos una salsa sectaria con picante polpotiano
y culto stalinista de la personalidad.

Quede bien claro: no me vacilaron nunca avivatos ni caudillos
ansiosos de formar sus propios estanquillos o, monarquías hereditarias;
soy poeta en la fragua, marginal, contestatario
engendro de mi país violento, burlón y sensual.
Yo no me corro de las lacras de mi tierra que amo y que edifico con
pasión tropical.

Curado estoy de ismos.
No creo en ningún dios, mucho menos en charlatanes y mascarones.
Pero en algo hay que creer, decía mi mamá.
Creo en una revolución con poesía.
Creo en la verdad que dé muerte a imposturas.
Creo en mí mismo y en la voz de mi conciencia;
Creo que voy a vivir y a morir como un guerrero antiguo
mano en el hacha, y que entraré en el jardín de los walkirias
con espada mocha y esta voz aborigen, gritándoles:
Yo soy un negro, ¡maténme!

(De Los últimos días de la ira)

1 comentario:

Gonzalo Espino Relucé dijo...

Buena Milagros.
Es tiempo de hacer una balance de las poéticas del siglo XX. Pertenece a ese grupo de poetas que la ortodoxia canónica "olvida". Leoncio Bueno, Kilku Waraka, Efraín Miranda, Mario Florian, son poeta que tenemos que leer y explicar su quehacer poético. Exactamente por su poesía.
Gonzalo Espino