Lunes 4 de enero de 2009
En el distrito de Buenos Aires están ubicados el Ingenio y La Pilca. Para llegar hasta allá es necesario pasar dos ríos: el Corral del medio y la Gallega. Como sucede en muchas partes de la costa peruana, el resto del años son ríos con poca agua o sin ella hasta que llegan las lluvias. Ya estamos próximos a estas, cuando menos nos esperamos empezarán y no será fácil llegar al otro lado de la orilla, por eso mi premura en llegar. Un vecino me cuenta que deben cruzar a nado o en cámaras inflables, como son dos los ríos cuesta más el pasaje, si sumamos a ello las motos, puesto que es de ida y vuelta, resulta exorbitante y peligroso ir a Morropón. De este modo de febrero a mayo o junio, sin exagerar, se quedan aislados y la comida escasea por acá. Entonces la pregunta ineludible es por qué no hay puentes, y otra vez ¿Por qué?
Todavía es muy temprano así que recorremos la zona. El calor aumenta aunque está ligeramente nublado. Caminamos debajo de los árboles y no en la ruta buscando sombra. Me dicen que "pilca" es una palabra que hace alusión a la roca dura, como esta que tengo en frente, que es enorme, un cerro de piedras rojas y pedernales. A pesar del calor me ariesgo a subir, una nube cruza en el horizonte, es el mejor momento. Subo guiandome por un caminito que intenta esquivar matorrales espinosos y cactos. Arriba, derruida hallo las ruinas. Se dice que el INC ha establecido que el área es arqueológica y motivo de investigación. No es muy extensa, apenas unas construcciones rocosas. La vista desde lo alto es maravillosa, plena y cautivante. Considero que los antiguos peruanos notaron que este era un lugar estratégico. La Pilca, ya no tengo duda, es un cerro imponente tanto como lo es un apu, tiene algo de sagrado. En cierta manera le agradezco por la oportunidad de dejarme llegar hasta él, a pesar de mis dolencias en las rodillas. Ahora pareciera que tengo más energías, quiero subir más y fotografiar desde lo alto del valle. Con sorpresa rodeando el cerro, me encuentro con unas cactáceas en flor, qué belleza! El sol brilla con más esplendor, es momento de retornar. Con extrañeza voy encontrando a mi paso algunos huesos. Pienso en el zorro que me pareció ver antes de subir. TAD insitía que era un perro salvaje, hummm! No lo creo ya que la cola era muy larga y las orejas anaranjadas y enormes. Mejor bajo donde hay más gente. Además, qué haría un perro alejándose de las chacras para subir el cerro?
Por la tarde, después de un delicioso almuerzo y una bebida refrescante de algarrobina, nos ubicamos debajo de un enorme árbol al lado de la acequia, parece más refrescante, es más los animales ofrecen todo un espectáculo aquí. Dos chanchas, una negra y otra con pintitas, están echadas en la acequia. Las observo, quisiera imitarlas pero como limeñita soy muy pudorosa y no podría entrar al agua sin traje de baño. Grrrrr! Al lado los chiscos brincan de rama en rama y las chilalas caminan como egipcias en la orilla. El calor aumenta, la brisa del viento conforta por breves minutos. Ufffff! Una vecina abre la cerca de su chacra y las vacas pasan a tomar agua. Son muy traviesas, algunas se van por el camino y la dejan gritando sola. Ya vuelven con un ritmo pausado y sedientas. Más tarde, una pareja de patitos cruza a nado la acequia y se deja llevar por la corriente, nadie los detiene, ellos están muy cómodos flotando. Dónde terminarán? En el río? En el otro poblado La Maravilla?
Un recién conocido, José Antonio se aproxima. Monta bicicleta. Está muy interesado en las dos, ya que no hay muchos visitantes por acá. Él como afrodescendiente nos cuenta la historia de su familia y la Pilca. Una costumbre en Semana Santa es subir al cerro, esta es una actividad juvenil. Entiendo muy bien el por qué. Aunque José ha estado trabajando aquí, deberá marcharse a Lima pronto para trabajar. Al parecer La Pilca ha tenido sus años de esplendor cuando aún existía la hacienda. Aquí se realizaban las fiestas y los trabajadores venían acá a disfrutar del cañazo, las cumananas, el tondero y demás. Al hacendado no le gustaba el barullo cerca de su casa, en el Ingenio, y prohibía la fiesta; por ese motivo, la gente celebraba en La Pilca a lo grande. En realidad, uno y otro poblado están muy próximos. Se llega caminando a cualquiera. En esos tiempos sin luz eléctrica ni movilidad, la población caminaba largas distancias o montaba a caballo o burro, incluso para llegar a Morropón, hasta cruzar los dos ríos si no era temporada de lluvias. En la fiesta se usaba un aparato que llamaban el arpa, para reproducir música o bien se contrataba una banda. Entonces había buena comida, buena bebida y muchos enamoramientos. También se daban los contrapuntos de cumananas. Para aquel que no ha escuchado de esta produccción artística-musical, oral e improvisada; se trata en realidad de 4 versos rimados cuya temática es muy variada, así puede ser picaresca, irónica, amorosa, etc. También se daba en las afamadas chicherías pero estas cada vez han ido desapareciendo. Hoy los cumananeros son muy pocos, lo que queda es la leyenda de La Cotera, por ejemplo.
En La Pilca observo como ya lo hice antes que los más jóvenes abandonan su lugar de origen para buscar nuevos horizontes, con el tiempo las tierras y las casas se alquilan o venden a los que recién llegan de los Andes, mientras que los afrodescendientes migran a Piura, Chiclayo, Lima o incluso Ecuador. El porcentaje de afroperuanos es cada vez menor en algunas comunidades, en pocos años deberemos llamarlas comunidades afroandinas o afroyungas, este último término usado por el escritor Enrique López Albújar. Sin un censo poblacional de la presencia afro en nuestro país, la migración del campo a la ciudad, la andinización de la costa, la emergencia de lo chicha en nuestro contexto, etc.; me pregunto si se podrá seguir sustentando la existencia de comunidades afroperuanas más adelante. No quiero ser pesimista pero es urgente mejorar la condición de vida en estas comunidades, así es indispensable ofrecerles agua potable, desague, mejores vías de acceso, organizar programas agrícolas racionalizados, servicios de salud, implementar la educación en la zona.
En el distrito de Buenos Aires están ubicados el Ingenio y La Pilca. Para llegar hasta allá es necesario pasar dos ríos: el Corral del medio y la Gallega. Como sucede en muchas partes de la costa peruana, el resto del años son ríos con poca agua o sin ella hasta que llegan las lluvias. Ya estamos próximos a estas, cuando menos nos esperamos empezarán y no será fácil llegar al otro lado de la orilla, por eso mi premura en llegar. Un vecino me cuenta que deben cruzar a nado o en cámaras inflables, como son dos los ríos cuesta más el pasaje, si sumamos a ello las motos, puesto que es de ida y vuelta, resulta exorbitante y peligroso ir a Morropón. De este modo de febrero a mayo o junio, sin exagerar, se quedan aislados y la comida escasea por acá. Entonces la pregunta ineludible es por qué no hay puentes, y otra vez ¿Por qué?
Todavía es muy temprano así que recorremos la zona. El calor aumenta aunque está ligeramente nublado. Caminamos debajo de los árboles y no en la ruta buscando sombra. Me dicen que "pilca" es una palabra que hace alusión a la roca dura, como esta que tengo en frente, que es enorme, un cerro de piedras rojas y pedernales. A pesar del calor me ariesgo a subir, una nube cruza en el horizonte, es el mejor momento. Subo guiandome por un caminito que intenta esquivar matorrales espinosos y cactos. Arriba, derruida hallo las ruinas. Se dice que el INC ha establecido que el área es arqueológica y motivo de investigación. No es muy extensa, apenas unas construcciones rocosas. La vista desde lo alto es maravillosa, plena y cautivante. Considero que los antiguos peruanos notaron que este era un lugar estratégico. La Pilca, ya no tengo duda, es un cerro imponente tanto como lo es un apu, tiene algo de sagrado. En cierta manera le agradezco por la oportunidad de dejarme llegar hasta él, a pesar de mis dolencias en las rodillas. Ahora pareciera que tengo más energías, quiero subir más y fotografiar desde lo alto del valle. Con sorpresa rodeando el cerro, me encuentro con unas cactáceas en flor, qué belleza! El sol brilla con más esplendor, es momento de retornar. Con extrañeza voy encontrando a mi paso algunos huesos. Pienso en el zorro que me pareció ver antes de subir. TAD insitía que era un perro salvaje, hummm! No lo creo ya que la cola era muy larga y las orejas anaranjadas y enormes. Mejor bajo donde hay más gente. Además, qué haría un perro alejándose de las chacras para subir el cerro?
Por la tarde, después de un delicioso almuerzo y una bebida refrescante de algarrobina, nos ubicamos debajo de un enorme árbol al lado de la acequia, parece más refrescante, es más los animales ofrecen todo un espectáculo aquí. Dos chanchas, una negra y otra con pintitas, están echadas en la acequia. Las observo, quisiera imitarlas pero como limeñita soy muy pudorosa y no podría entrar al agua sin traje de baño. Grrrrr! Al lado los chiscos brincan de rama en rama y las chilalas caminan como egipcias en la orilla. El calor aumenta, la brisa del viento conforta por breves minutos. Ufffff! Una vecina abre la cerca de su chacra y las vacas pasan a tomar agua. Son muy traviesas, algunas se van por el camino y la dejan gritando sola. Ya vuelven con un ritmo pausado y sedientas. Más tarde, una pareja de patitos cruza a nado la acequia y se deja llevar por la corriente, nadie los detiene, ellos están muy cómodos flotando. Dónde terminarán? En el río? En el otro poblado La Maravilla?
Un recién conocido, José Antonio se aproxima. Monta bicicleta. Está muy interesado en las dos, ya que no hay muchos visitantes por acá. Él como afrodescendiente nos cuenta la historia de su familia y la Pilca. Una costumbre en Semana Santa es subir al cerro, esta es una actividad juvenil. Entiendo muy bien el por qué. Aunque José ha estado trabajando aquí, deberá marcharse a Lima pronto para trabajar. Al parecer La Pilca ha tenido sus años de esplendor cuando aún existía la hacienda. Aquí se realizaban las fiestas y los trabajadores venían acá a disfrutar del cañazo, las cumananas, el tondero y demás. Al hacendado no le gustaba el barullo cerca de su casa, en el Ingenio, y prohibía la fiesta; por ese motivo, la gente celebraba en La Pilca a lo grande. En realidad, uno y otro poblado están muy próximos. Se llega caminando a cualquiera. En esos tiempos sin luz eléctrica ni movilidad, la población caminaba largas distancias o montaba a caballo o burro, incluso para llegar a Morropón, hasta cruzar los dos ríos si no era temporada de lluvias. En la fiesta se usaba un aparato que llamaban el arpa, para reproducir música o bien se contrataba una banda. Entonces había buena comida, buena bebida y muchos enamoramientos. También se daban los contrapuntos de cumananas. Para aquel que no ha escuchado de esta produccción artística-musical, oral e improvisada; se trata en realidad de 4 versos rimados cuya temática es muy variada, así puede ser picaresca, irónica, amorosa, etc. También se daba en las afamadas chicherías pero estas cada vez han ido desapareciendo. Hoy los cumananeros son muy pocos, lo que queda es la leyenda de La Cotera, por ejemplo.
En La Pilca observo como ya lo hice antes que los más jóvenes abandonan su lugar de origen para buscar nuevos horizontes, con el tiempo las tierras y las casas se alquilan o venden a los que recién llegan de los Andes, mientras que los afrodescendientes migran a Piura, Chiclayo, Lima o incluso Ecuador. El porcentaje de afroperuanos es cada vez menor en algunas comunidades, en pocos años deberemos llamarlas comunidades afroandinas o afroyungas, este último término usado por el escritor Enrique López Albújar. Sin un censo poblacional de la presencia afro en nuestro país, la migración del campo a la ciudad, la andinización de la costa, la emergencia de lo chicha en nuestro contexto, etc.; me pregunto si se podrá seguir sustentando la existencia de comunidades afroperuanas más adelante. No quiero ser pesimista pero es urgente mejorar la condición de vida en estas comunidades, así es indispensable ofrecerles agua potable, desague, mejores vías de acceso, organizar programas agrícolas racionalizados, servicios de salud, implementar la educación en la zona.
1 comentario:
Parece ser que estos poblados no solo se estan extinguiendo por la migracion, sino tambien por las enfermedades como la diabetes y otras enfermedades propias de comunidades con un bajo nivel de ingesta de calorias por una mala o casi nula educacion alimentaria, lo que hace que el promedio de vida sea muy bajo.
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