viernes, 1 de enero de 2010

Chapica-Carmelo, entre algarrobos y cactos


En foto: Vista de los alrededores de Chapica

Miércoles, 30 de diciembre de 2009

Chulucanas es una ciudad muy prestigiosa por su cerámica. Quien no admira o desea tener en casa uno de sus ceramios con representaciones típicas de la zona, con figuras exageradamente redondas y de color negro casi en su mayoría. No puedo decir lo mismo de algunos de sus habitantes, los cuales se muestran encarados, desatentos y se aprovechan de los turistas cuando pueden, como los choferes de mototaxis. Es mejor tener siempre la precaución de preguntar el precio de todo en este lugar antes de arriesgarse a gastar el dinero. Quiero pensar que la mayoría no es así. ¡Hummm! Prefiero irme a Chapica.
El trayecto puede durar tranquilamente casi media hora o menos. Existen dos lugares con este mismo nombre. El más cercano se llama Chapica-Campana y es ahí donde solía estar la casa-hacienda de la familia León. El más lejano se le conoce por Chapica-Carmelo, está más próximo a los cerros cubiertos por una flora combinada de algarrobos y cactos. Por una equivocación, conocí ambos.
Ahora bien, la segunda población lleva este curioso nombre debido a que la pequeña iglesia que alberga a la Virgen del Carmen. Allí conversé con don Donatilo. Esta vez se trataba de un anciano que vive solo en su casa. Está jubilado y se dedica principalmente a su huerta. Tiene buena mano, como se dice. Desde el cerco se pueden apreciar el frondoso el mango, el limón, los plátanos, etc. Antes trabajo en la hacienda y luego en la cooperativa después de la reforma agraria. note que la vida le ha golpeado mucho. Tiene unos ojos entristecidos. Fue muy amable al responder mis numerosas preguntas.
Concluí que la explotación del trabajor del campo duró demasiado tiempo y que a pesar del cambio que sucitó la reforma de Velasco, no se resolvió el problema. Los agricultores no sabían administrar sus tierras entonces, hoy cada uno se enfrenta al alto costo de sembrar sus tierras y al ínfimo pago que reciben por sus cosechas, como sucede con el mango en este preciso momento. No compensa tanto esfuerzo.
Después fue inevitable tanta vegetación en los alrededores y a pesar que nos dolían los pies, fuimos a caminar, las aves fueron huidizas, creí ver y escuchar un pájaro carpintero. ¡Hummm! Me quedó la duda. Desde lo alto de un cerro cubierto de algarrobos y altos cactos, la vista fue impresionante. Después me enteré que algunos pobladores talan los árboles, los vuelven leña, como sucede en otros lugares. Esto es preocupante. ¿Cómo proteger a los algarrobos? TAD preguntó una vez: "¿qué harán cuando ya no hayan más algarrobos?" La respuesta fue insólita: "¡Habrá otros árboles entonces para cortar!" En aquella ocasión me quedé absorta y un tanto molesta por un buen rato. Hoy vuelvo a tener ese sabor amargo en la boca, pero... ¿qué hacer? Como solía oír en la radio a un locutor cuando niña: "Nos preocupa". Y en nuestro caso, muchísimo.

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