sábado, 23 de enero de 2010

La Fiesta de San Sebastián (o Chabaquito) en Yapatera

En foto: San Sebastián o Chabaquito, el santo patrón de Yapatera.

En foto: Proximidades de Yapatera, ideal para el ecoturismo.

Lunes 18 de enero de 2010

Hemos regresado a Chulucanas para recorrer algunos talleres de ceramistas en los alrededores y para presenciar la fiesta de San Sebastián, más conocido por sus fieles como Chabaquito. Al principio no sabía bien por qué quería regresar a Yapatera, algo o alguien me llamaba, ahora ya sé. Se trataba del santo patrón, o eso creo. Hace varios días que estamos acá y Yapatera ha cambiado. Varios restaurantes improvisados bajo carpas rodean parte del parque central así como ambulantes de baratigas, juguetes y milagritos se apostan cerca de la iglesia. Los restaurantes elevan sus parlantes bulliciosas y ya no se puede escuchar los propios pensamientos; los visitantes y locales se confunden en una algarabía embriagadora y confusa. En las peñas cuadras más allá el bullicio y los ebrios acaban con la tranquilidad del pueblo.
Doña Felicita es una afroperuana de más de sesenta años de edad, atenta y extrovertida. Se aproxima para conversar sobre la fiesta. En su opinión, "antes había mucha más devoción, hoy hay demasiadas religiones extrañas". Asiento con la cabeza y le comento que en la iglesia encontré a lo más cinco fieles rezando al santo y el resto afuera celebrando. Doña Felicita decepcionada recuerda que cuando era niña había muchísma gente, algunos venían de la sierras de Frías, y los mayordomos realizaban una gran fiesta con banda y mucha comida. Eso sí, ellos iban a la iglesia y acompañaban al santo. Por cierto, Chabaquito es muy inquieto, no siempre se queda en la casa familiar que lo guarda, se escapa para el corral. Reímos. "No querrá quedarse encerrado, quién sabe, le gustarán los animalitos", le respondo. Ella niega con la cabeza. "Él es así", concluye doña Felicita. Seguimos riendo cómplices.
Volvemos a la plaza, una ambulante vende milagritos. Son figuritas de latón, supongo. Cada una representa el milagro que el devoto solicita al santo patrón. Distingo aves de corral: un pavo, una gallina, etc. También hay frutos. "Estos son mangos y este otro es maíz, el de acá es una vaquita y el de allá una oveja", explica la vendedora. Me entretengo un buen rato tratanto de distinguir las figuritas y su significación. Me gustaría comprar aquella que signifique abundancia de libros o un tordito, pero es en vano. TAD sonríe y dice: "Mejor busca una gatita". Hummm! Levanto las cejas y concluyo que Chabaquito ya ha sido muy bueno con nosotras, nos ha dado salud y fuerza en este viaje.

Miércoles, 20 de enero de 2010

Tal como me informaron algunos organizadores, hoy hay misa y procesión. Ya pasan las 4 p.m. La plaza de Yapatera sigue igual que antes, muy bulliciosa y desordenada. La iglesia está en construcción, hecha de material noble. Aún sin tarrajear, el piso es de tierra, no hay ventanas, las bancas son muy añejas y pocas. Encontré al santo en la entrada. Había algunos fieles alrededor, atentos y curiosos. De pronto llegó una camioneta de la policía local y subieron a la imagen, después se acomodó como pudo la banda de seis músicos. Rápidamente se comenta entre los feligreses que se lo llevan a Chulucanas porque le van a homenajear allá. Nos quedamos absortas. Ah? Cómo? La comisión organizadora ha permitido el traslado. Lo inusual ha ocurrido esta vez. Considerando el camino terroso y desigual del pueblo y los baches de la carretera hacia la ciudad, dudo que sea lo más aconsejable. Grrrrr! ¿Y por qué las autoridades muncipales de allá no vienen a Yapatera a visitar al santo? Nos comunican que regresarán en una hora. Ya se va el santito en la camioneta 4x4 y todos vemos incrédulos su retirada.
Decidimos entonces caminar por las lomas próximas a Yapatera. Son atractivas para el turismo ecológico. Allá se encuentran las aves, las lagartijas, las mariposas y demás insectos. Los pequeños árboles de algarrobo son simplemente hermosos, incluso los más pequeños. Intento no estropearlos al pasar cerca a ellos. Las hormigas son o bien anaranajadas o bien negras, estas últimas son más grandes en tamaño. Si uno se sienta a la sombra de un árbol, estas suelen lanzarse en caída libre sobre uno o será que el viento las arrastra sobre uno.
Observo la tierra y las piedras enrojecidas. Cada piedrita lógicamente es diferente y posee una forma distinta, ideal para el coleccionista. Algunas son muy peculiares, p. e. esta parece un chupete de helado, tiene dos colores y es rectangular. Me pasaría un buen tiempo escarbando entre la tierra y caminando sólo para hallar más piedras especiales. Pero se acercan unas cabras, prefiero hacerme a un lado y mirarlas de lejos. Estas deambulan solas sin dueño a la vista, devorando la poca vegetación. Hay algunas crías que me gustaría acariciar. Esa con pintitas es muy graciosa.
En Yapatera se pueden encontrar también aves diversas. Me agrada verlas en vuelo o escuchar sus cantos. TAD y yo nos hemos separado. Ella se ha ubicado en la parte baja de la loma. Desde acá arriba la veo, sentada entre los arbustos, muy quieta y paciente. Pretende fotografear al peche. Esta es un ave que lleva el pecho rojizo, realiza un vuelo hacia lo más alto para en seguida lanzarse rauda hacia el piso, y justo antes de llegar a tierra lanza un canto y vuelve a elevarse. Es todo un espectáculo a los ojos.
En cambio, desde aquí arriba, puedo apreciar gran parte de Yapatera y el ocaso en la lejanía. Las nubes grises empiezan a aparecer, el sol se despide lentamente, entre las nubes surgen unos rayos que iluminan algunas zonas más que otras, como si Dios iluminará caprichosamente esta maravillosa tierra. Las aves cantan alborosadas y decido entonces grabarlas. Cada trino es inigualable. Ya aprendí a distinguirlas. El chisco tiene un canto distinto y puede imitar a otras aves. Nos ha acompañado en todo el viaje así como la chilala y el chiclón. Me gustaría encontrarme un huerequeque pero no ha habido suerte. TAD dice que nos parecemos algo, que mis piernas son como las del huerequeque, muy delgaditas. Habrá que compararlas luego.
Ya oscureció y estamos otra vez muy cerca de la iglesia, hemos estado en la plaza esperando junto con los feligreses. Pasan de las 7 p.m. A lo lejos escuchó unos cohetes. Pareciera que se aproximan cada vez más. Los altoparlantes rugen como leones con su música, los ebrios chocan vasos más allá, mientras las mototaxis corren por las calles empolvadas. Pacientemente esperamos y de pronto alguien dice: "Ya viene". Todos giramos la cabeza a la calle que da ingreso a la plaza. Ahhhhh! Todavía no aparece. Los cohetes ya están sobre nuestras cabezas reventando en el cielo oscuro. Sí, al fin, es Chabaquito y su corso o algo parecido. Primero, una mototaxi trae enormes parlantes en los que se escucha una afroboliviana "saya", detrás surgen los danzantes, cuatro parejas. Más atrás llegan pastoras, indios, una danzante con traje de marinera y otra de tondero. Poco a poco surgen las camionetas adornadas: unos delfínes. En seguida el santo patrón, la banda con apenas seis músicos y otras camionetas. Al final, los seguidores que se pierden en la oscuridad. Es la entrada triunfal. Llegó el santo y sin un rasguño. TAD agrega: "Llegó feliz y bien acompañado". Nos sumamos a la procesión, la llovizna cae de pronto. Seguimos a Chabaquito por las calles de Yapatera. De las casas van apareciendo los otros fieles que le contemplan y se persignan mientras comentan que es la primera vez que la procesión de San Sebastián se haga de noche.
Es muy tarde ya, algunos danzantes se retiran, nosotras también hacemos lo mismo. Subimos a una mototaxi y dejamos a Yapatera, atrás queda el ruido de los parlantes, los alegres comensales y bebedores, la plaza adornada de botellas de plástico y papeles, los ambulantes, sí, muy atrás. La mototaxi se abre camino en la oscuridad de la noche, casi nada se puede ver desde la ventana trasera, apenas unas lucesitas en el fondo. Adiós Chabaquito, cuida tu pueblo.

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Nosotras continuamos el viaje, el mapa señala dos puntos más: Sullana y Paita. Espero encontrar cumananas y patillos en el valle del Chira así como alegres porteños y vistosos pelicanos en la playa. Después iremos al sur, el desierto es una buena opción; Sechura es una ciudad amigable para disfrutar las vacaciones y qué mejor que el Estuario de Virrilá para avistar flamencos y enlodarse los pies.
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Como es sabido, históricamente, los esclavos llegaban al puerto de Paita, para luego ser distribuidos a las diferentes haciendas de Piura, como las que se encontraban en Chulucanas, Sullana, Sechura, etc. De este modo en el censo de 1876 se observa que Piura tiene una población muy significativa de esclavos, alrededor de 5380, esto es, se erige como la segunda provincia con mayor población afroperuana después de Lima. Esta es la ruta del esclavo.
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1 comentario:

Adolfo dijo...

Linda experiencia vivida por usted. Logré también realizar un viaje a provincia gracias a su trabajo. Espero seguir conociendo más lugares igual que usted. Saludos profesora Milagros. Gracias por sus enseñanzas.