viernes, 1 de enero de 2010

Talandracas, en lo alto del valle

En foto: calle central de Talandracas


Jueves, 31 de diciembre de 2009

Esta vez hemos madrugado. Queremos ganarle al sol y el calor, incluso a la fiesta de fin de año que se aproxima. Para llegar a Talandracas es preciso ir al paradero Batanes para subirse en una moto y aguantar heroicamente el feroz viento en la cara y la polvoreda inevitable del camino. Creo que nunca llegaré a acostumbrarme a enterrarme de la cabeza a los pies. ¡Pufff! En esta ocasión el camino es bastante extenso, como un poco más de 45 minutos. Hay que cruzar el río, rodear las chacras, esquivar al ganado vacuno y ovejero que transita en el camino, y seguir adelante para terminar con los crespos parados o, mejor dicho, despeinados al llegar. Por lo menos fue mi experiencia personal. Quizá un pañuelo sobre la cabeza ayude en la próxima vez. La buena noticia es que está en marcha el proyecto de pavimentación del camino. Soy testigo de ello, por eso el inevitable rodeo. ¡Paciencia!
Tenía muchísima curiosidad por averiguar el porqué del dichoso nombre del lugar, así que fue lo primero que le pregunté a don Fernando. Él estaba sentadito sobre unos ladrillos a la entrada de su humilde casa, observando a los vecinos ir y venir en sus labores. Como tiene problemas en la columna, camina ayudado de dos bastones y ya no trabaja como antes. Su familia lo cuida. Se ha casado varias veces. Me confesó que había tenido más de una veintena de hijos, algunos están ahora en el extranjero. Se casó tres veces. Su actual esposa es "serrana", de Frías. Él señala un camino entre los cerros, allá a lo lejos. Nuestra conversación fue muy amena pero no supo decirme con certeza el porqué del nombre de este poblado. Lo que me quedó claro fue la prosperidad del hacendado, en este caso de uno apellidado Reuter, que acabó con la reforma agraria, y con esta la explotación y el abuso también. "Si no trabajabas, venía el patrón con tractor a derrumbar tu casa, y botar tus cosas para que te vayas a otra hacienda", comentó don Fernando.
Como es usual en el norte, se come un cabrito con frejoles. ¡Hummm! Aquí me resultó muy rico, a pesar de que se trataba de una fonda improvisada a la entrada de la casa de una afroperuana. Por cierto, no muy amigable. Observé que los habitantes de Talandracas son tímidos o debiera decir desconfiados de los visitantes, pues es un lugar de poco acceso, relativamente distante de la ciudad. Pagué cuatro soles para llegar y considerando la economía local, más empobrecida en el campo, fue una suma elevada. Pero lo valió. Talandracas está en lo alto del valle, en una empinada, por sus cuatro lados se obtiene una vista del paisaje ideal para fotografiar, como para una postal.
Talandracas es un lugar no muy grande, rápidamente se puede recorrer. Como es costumbre, en el parque central se halla la iglesia, la cual es pequeña. Curiosamente en una esquinita de las torres había un nido de golondrina, así que estaba fascinada porque ésta bajaba a cada momento al suelo pedregoso a buscar comida para sus crías. Muy cerca había una modesta casa y a la entrada una pareja interétnica de ancianos, ella era afroperuana. Desde ahí nos observaban, no hubo oportunidad de conversar con ellos, pero una vez más comprobé la conformación de lo afroandino en esta población. Los migrantes llegan de Frías y Santo Domingo, que en realidad se encuentran a más de dos horas de camino, subiendo los andes piuranos. Me gustaría conocer la zona y cruzar esos cerros enverdecidos que suelen maravillarme.
Debo agregar que en los alrededores del distrito de Talandracas observé perpleja como taladraban gruesos y añejos algarrobos que rodeaban las chacras del camino, para cambiarlos por cercos de alambres de púas. Lo que más me sorprendió es que estando en la plaza, cuando reposaba y observaba los periquitos y las golondrinas, llegó un camión cargando gruesos troncos, el mismo que se estacionó a la entrada del municipio y a la vista de los policías de al lado, donde se encuentra además la comisaría. Pensé que se trataba de los mismos personajes que vi antes en la ruta, pero al regresar otros seguían talando más árboles, era otro camión. No puedo negar mi espanto. Era una imagen que quisiera olvidar pero esta ahí presente en mi mente. Acaso el algarrobo no es parte de nuestro herencia cultural y ecológica? ¡Qué irresponsabilidad de estos hombres y más de aquel que dio la orden de talar árboles! Fue un pésimo cierre del año, creo.
Ya quiero irme a Morropón. ¿Será distinto? ¿Habrá un cambio significativo en la condición de vida de los afroperuanos allá?

2 comentarios:

JOSÉ GABRIEL SANDOVAL dijo...

Gustoso de saber que conoce Talandracas. Lo del nombre es todo un embrollo. La teorìa que manejan los lugareños antiguos dice que su origen es onomatopéyico: el ruido de la campana de la hacienda llamando a trabajar (¡talán, talàn!), màs el ruido de las baquetas de los peones sobre el fango (¡dracas, dracas!).
Yo no me trago ello, al parecer el origen del nombre estarìa relacionado con el Juego de Polo (en los buscadores pone Talandracas y le salen equipos de Polo argentinos, francesces e ingleses), pues los hacendados gustaban de practicarlo en la zona, e incluso le enseñaron a lugareños a practicarlo para asì completar los equipos.
Y el apellido del Hacendado que le mencionaron es Reushe. Y los caballos para el juego los criaban en la haciendoa de Poclus. Y de lo que conosco dicho hacendado figurò en sus mejores tiempos entre los 10 peruanos màs poderosos del país.

JOSÉ GABRIEL SANDOVAL dijo...

Lástima no haber coincidido en el pueblo, porque con mi hermano (Javier) y mi primo Medardo y su hijo (Sigifredo) llegamos al pueblo el 01.01.2010 a las 10am, con el fin de al día siguiente realizar una caminata hacia el Cerro Pilán, que lo debe de haber observado, pues domina el paisaje desde el mismo chulucanas. Dicha caminata desde el pueblo hasta la cima durò 2:30 min.
Si vuelve por el pueblo pregunte por Lizandro Tello (mozo) vive cerca de la plaza principal o por Clorinda Carbajal, o por Junior Zeta. Son personas muy amables que podràn mostrarle màs cosas del pueblo como la casa hacienda que queda cerca pero ya destruida y parece el castillo de Dràcula.